Durante muchos años me dediqué profesionalmente a la danza.
Mi vida consistía en zapatillas, ensayos, actuaciones, clases como alumna, clases como profe, moto, manzanas, agua, sudor, espejos, complejos, trastornos alimentarios, escenarios…
Lo he mezclado todo porque era así.
Moto para arriba, moto para abajo porque si no, no llegaba a todo.
Dos clases en un centro, ensayo entre medio, 4 clases en otro, una manzana para aguantar (no sea que al comer algo más me apretaran las mallas) y vamos a hacerlo perfecto porque si no ya sé que no se me verá.
En ese momento creía que era feliz, ¡me estaba dedicando a lo que me gustaba!
Ahora lo veo todo diferente.
Cuando conocí la Danza útera® de la mano de mi querida Núria Peguera, el concepto de danza, tomó otra dimensión para mi.
Ya no me tenía que comparar con nadie, ya no era menos que nadie.
No tenía miedo de no salir al escenario por no haberlo hecho “perfecto” o por ser “menos bella” que otra.